El proyecto de ampliar el canal navegable del Sena desde París hasta Bruselas parece una idea sacada de otro tiempo. En una era de trenes de alta velocidad y autopistas, la propuesta de conectar estas dos ciudades por vía fluvial suena casi nostálgica. Mientras los trenes realizan el trayecto en poco más de una hora, ¿quién querría optar por una ruta más lenta?
Aunque se argumente que los barcos emiten menos CO2 que los camiones, la inversión en infraestructura y el impacto ambiental sobre los ecosistemas fluviales es considerable. Además, con el avance del transporte eléctrico terrestre, esta opción parece más lógica y ecológica.
Si bien la idea de navegar tranquilamente entre París y Bruselas tiene un aire romántico, es difícil justificarla desde un punto de vista práctico. En pleno siglo XXI, parece más sensato apostar por formas de transporte más rápidas y sostenibles, dejando las rutas fluviales para fines turísticos o recreativos.