Los fabricantes de vehículos eléctricos tienen curiosas formas de medir. Promocionan los datos de autonomía homologados de una forma fantasiosa: con las baterías cargadas al 100% y hasta su agotamiento, aseguran que se puede hacer una cantidad de kilómetros a las que ningún probador independiente, por cuidadoso que sea en la conducción, no puede ni acercarse. En uso normal, se quedan en poco más de la mitad de km. En cambio, cuando hablan de tiempos de recarga, muestran los datos desde un remanente del 20% hasta el 80% o a veces el 90%. Estos son además los niveles de carga recomendados para que las baterías tengan una duración razonable.
En otras palabras, sólo debe utilizarse el 60-70% de las baterías y como en la realidad los datos de consumo homologado están tan inflados, debemos ser muy precavidos valorando la autonomía que necesitamos a la hora de adquirir nuestro vehículo.
Hay otro dato a tener en cuenta: la DGT y el sentido común aconsejan iniciar cualquier viaje con el depósito lleno. Especialmente si viajamos en invierno por zonas montañosas, para mantener la calefacción si nos quedamos atrapados. Pero esto no se puede hacer con los vehículos eléctricos porque no se deben cargar al máximo si queremos que nos dure.
Ahora ha aparecido otro impedimento: En los países con un importante número de vehículos a batería -incluida China, el país que más de ellos tiene- se está prohibiendo el acceso a aparcamientos subterráneos de lugares públicos, hoteles y edificios de viviendas a los coches eléctricos con más de un 90% de carga. La razón es que a estos niveles de carga hay más posibilidades de que la batería falle de forma catastrófica y se incendie. En entornos confinados y congestionados como los parking subterráneos, los bomberos apenas pueden hacer nada para evitar su propagación.
El riesgo de incendio de estos vehículos es mucho más bajo de lo que parece por la alarma social que generan, pero las restricciones que están apareciendo si que afectarán a sus usuarios.